Algo me falta, quizás el
coraje de ser feliz, pero algo me falta. Serás esa gota que basta para que la
copa esté llena, pero algo me falta. Algo me falta, quizás el calor de tus
manos en mi alma, pero algo me falta. Serás mi salvación y fervor hacia la paz,
pero algo me falta… te busco, te encuentro y me pierdo. ¿Qué pasa? Algo me
falta. Algo me falta, quizás fe permanente que me impida dar un paso atrás,
pero algo me falta. Serás la partícula de oxigeno que me basta para respirar,
pero algo me falta. Algo me falta, quizás todo lo que necesito, pero algo me
falta. Serás mi única razón, pero algo me falta… te busco, te encuentro y me
pierdo. ¿Qué pasa? Algo me falta. Algo me falta, quizás el calmante de tu voz,
pero algo me falta. Serás la gloria en las montañas, pero algo me falta. Algo
me falta, quizás voluntad para arrodillarme ante ti, pero algo me falta. ¿Qué
pasa? Algo me falta. Algo me falta, quizás amor para acabar con el rencor, pero
algo me falta. Serás la confianza para emprender mi camino, pero algo me falta.
Algo me falta, me faltas tú JESÚS en mi corazón.
Baúl de letras es una bitácora destinada a guardar las posiciones, pensamientos y sentir de una estudiante de comunicación social de la Universidad de Cartagena que desde su cotidianidad plasma la realidad de su diario vivir.
miércoles, 13 de febrero de 2013
martes, 5 de febrero de 2013
Obesidad Colombiana
La sociedad actual se jacta de la pornomiseria como el pan de cada día. Sin un centavo en los bolsillos consiguen su primer bocado de la mañana: el consumismo. Un desayuno que abruptamente convierte al televidente en un obeso de tiempo completo. Desde el postmodernismo hasta el hoy por hoy, el ser humano se ha convertido en una mercancía. Mercancía que se complace de ver desfilar ante sus ojos las fatalidades del mundo contemporáneo.
Bocadillos como Geordi Shore, generan emociones ante supuestas realidades vigentes, confiando en el montaje que estos nos presentan. Geordi Shore nos importa desde el amado cauce de la era del espectáculo: el producto americano e ingles; una realidad que gira en torno al sexo, a la no censura y a la provocación con estereotipos marcados.
Me parece aberrante y absurdo que la sociedad colombiana este gordita, gracias a los postres que vende el capitalismo. Es un poco preocupante por no decir extremadamente atroz, el hecho que un niño de doce años forje su juventud con la ejemplificación de un reality que valora más unos músculos que la cultura intelectual. Y quizás mucho peor, ufanarse con mujeres que beben licor como el elixir de la vida eterna. Un programa que te manifiesta a gritos: si tienes un par de senos voluptuosos, te gusta la vida loca tipo
Ricky Martín y dices mil palabras obscenas por segundo: felicidades, triunfaste
en la historia. Sólo me queda decir: agárrense los calzones que esto se pone
peligroso.
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