lunes, 11 de marzo de 2013

Político lustrador


Innatos lustradores de zapatos, que embellecen hasta el calzado más veterano, artistas de Betún y brillo que esperan incansables un par de botas deslucidas con las que puedan llevar un bocado de pan a la casa.  Sentados encima de una pequeña caja de madera, que guarda valiosa información histórica de Cartagena, se agrupan en el trascendental Parque Simón Bolívar a engalanar los zapatos de los ufanados caminantes de paso hasta del turista desubicado,  llegando al político electo de la crema y nata de la ciudad.  Figuras ornamentales de la plaza limpian con agilidad el cuero mugriento en menos de quince minutos, ganándose dos mil pesos para su ancho bolsillo.

 Juan Castro, es uno de los emblemáticos ‘emboladores’ de Cartagena, que con tan solo 47 años de experiencia, absorbe el aroma penetrante del betún fresco desde que ve el primer rayo del sol en la mañana. Comenzó ésta labor a los quince años de edad, cuando salía de clases a las nueve de la noche del famoso colegio San Francisco, que quedaba frente al Camellón de los Mártires, donde constantemente transcurrían los embellecedores de zapatos de la ciudad. Fue a través de un amigo que le prestaba su caja mágica para ganarse unos ‘pesos’ en el tiempo libre. Con los días, el pasatiempo se fue convirtiendo en una ocupación, que gracias a la facilidad de conseguir dinero de manera sencilla, se terminó ‘amañando’ a la faena.  Juan evoca al dicho “en casa de herrero, cuchillo de palo”, con sus zapatos deportivos gastados y con color opaco, se acomoda rápidamente y sigue brillando el cuero. Normalmente llega a su hogar con escasos quince mil pesos, los que son administrados por su ama de casa: su adorada esposa, que lo acompaña en el paso de los años. Atraído por la sinceridad y humildad que lo conduce, manifiesta su profundo respeto por los turistas, considerándolos como el elemento primordial para su trabajo, cobrándoles el precio correcto; no se deja guiar por las fatídicas ansias de dinero, simplemente hace un trabajo “bueno” creando en el nuevo cliente la sensación de dicha, y no con las perversas intenciones que tienen otros lustradores: “Yo no retiro al cliente, yo hago un buen trabajo para que me vuelva a buscar, mientras que otros los botan cobrándoles más caro. Ese es el secreto que no quiero que se enteren.” 

El negocio de los fantásticos embellecedores de zapatos ha bajado, en la plaza, los mayores clientes eran los políticos poderosos del Consejo, pero su reubicación creo una depreciación de la cantidad de trabajo. Por otra parte, el consumismo desmesurado ha cambiado las costumbres de la sociedad, “Antes la buena presencia de una persona dependía de unos excelentes zapatos de cuero, ahora no: “En otros tiempos yo me sentaba en la caja a las ocho de la mañana y me paraba sino hasta las nueve de la noche. ¿Ahora? Ahora me ‘cabeceo’  del sueño de estar sin hacer nada.”


Emprendedor como típico colombiano, Juan trabaja todos los días de la semana. Los domingos son los mejores días, trabaja a domicilio para la elite del barrio Bocagrande, y aun así, sigue cobrando los mismos dos mil pesos. Y al final de jugarreta, se va a casa con ochenta mil pesos, triplicando lo de un día normal.

Soñador empedernido con la política, una tarea que está unida al poder corrupto: “La política es pura apariencia, el que actúe bien en ese gremio, no come”. La política para Juan, es una labor ligada a los lustrabotas, en una época  llegó a hacer parte de ella en algún día de locura. Anduvo con Javier Cáceres, y vio ante sus sinceros ojos como se “robaban a Cartagena”, llegando a tomar su ‘tajada’ de la repartición de bienes, al ser el amigo de confianza. “A los políticos no hay que creerles, son una mafia; un día me mandaron a botar como cien hojas de vida, increíble como engañan a la gente.” 

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