lunes, 21 de enero de 2013

Somos uno solo, pero somos distintos

Somos uno solo, pero somos distintos.


Somos fe desmedida, pero somos distintos, él invidente y yo experimental.

Somos un error improvisado, pero somos distintos, él escape y yo confrontación.

Somos historia escrita, pero somos distintos, él momentos y yo letras.

Somos melodía adorada, pero somos distintos, él cuerdas y yo percusión.

Somos escalera en ascenso, pero somos distintos, él velocidad y yo pausa.

Somos tiempo de arena, pero somos distintos, él 70’s y yo 90’s.

Somos abrigo protector, pero somos distintos, él clásico y yo vanguardia.

Somos justicia empedernida, pero somos distintos, él discreción y yo precipitación.

Somos guerreros por amor, pero somos distintos, él coraza y yo espada.

Somos uno, pero somos distintos. 

viernes, 11 de enero de 2013

Creer, cualidad de lunáticos








¿Cómo creer en un mundo de escépticos que solo profesan fidelidad a lo que ven? ¿Cómo creer en seres que le hacen culto a la falsedad y sin pensarlo te dan una bofetada de hipocresía? Simple y sencillamente convertirse en lunáticos sujetos al fervor de un amor verdadero.










Fe, confianza o quizás ingenuidad, cualidades apasionadas de creer sin ver. El primero es resultado de aceptar con certeza lo que se espera y no se puede contemplar. El segundo es la acción favorable de aguardar los buenos actos yacidos en el otro. El tercero y por último el más suspicaz, desconocimiento de razón por falta de experiencia. Como quiera que sean denominados… hoy día la acción del verbo creer está en vía de extinción. Y no sé si por falta de huevas para defender los ideales, o miedo a ser rechazados por nuestros anhelos. De lo que sí estoy consiente es que la producción de dicha maniobra necesita velozmente una venda para tapar nuestros ojos, y un escudo contra las piedras lanzadas de los fracasados por excelencia. El creer es una cualidad de los lunáticos expertos, ellos intentan e intentan una vez más incansablemente; no esperan resultados, solo se guían por el mejor indicador: el amor. El motivo que los convierte en niños esperando el vuelo hacía el país de nunca jamás.



Pero solo tú decides quien ser: Peter Pan, el creyente lunático, o El escéptico que lanza piedras desde las gradas. Eso sí, no esperes que te comprendan y te entiendan, ellos solo miran el espectáculo desde las afueras del telón. 

martes, 8 de enero de 2013

Melancolía de septiembre



El sol detonaba centenares de rayos de luz tan fugaces como persistentes. Las pupilas de mis ojos se contraían con la fuerza de la luminiscencia. Era imposible intentar observar las moradas que se postraban a mi derecha tratando de esquivar la candela del alba. Las murallas que recorría impacientemente, eran tan fornidas como mis pequeños luceros al no intentar derramar la más mínima gota de impotencia. Trataba de seguir el rumbo, capturando trozos de realidad, pero era inútil tratar de evadir mi propia verdad. 

El vasto cielo celeste a diferencia de días atrás, estaba más despejado que nunca. A través de un par de anteojos rojos que hacían juego con mi sostén, podía admirar un hermoso amanecer.
Sin saber el porqué, los pasos que recorría se me hacían todos tan semejantes a pesar de los cambios en el espacio. Trataba de poner mi imaginación a flor de piel, pero era inviable.
Me detuve a admirar el extenso mar, estaba tan callado y discreto que no me decía ni la más mínima expresión; al parecer compartía mi desdicha. Solo escuchaba los ecos de mi silencio que por momentos se perturbaban con los vánales chillidos de las máquinas de las metrópolis.  Transportes que no compaginaban con las inmensas palmeras y sus caminos de arenas. Sí, Cartagena se había convertido en toda una urbe con humo hasta las ancas.


Finalmente no pude contener mi melancolía, y las pisadas se me hacían cada vez más eternas. Quería volar como las mariamulatas que sobrevolaban entre las gotas de mi cielo entorpecido por la aflicción.
No me quedó más que invadir las callejuelas de La Heroica por miles de insostenibles sentimientos que me atormentaban. La lluvia que cambió por completo el clima de la mañana me acompañaba en el mar de lágrimas. Quizás, solo quizás, otro día pueda apreciar de mejor manera Mi Corralito de Piedra.   

La infiel galardonada



No sé si desconcertarme o simplemente aceptar la realidad, pero al parecer el mundo es toda una ruleta. Uno no sabe cuándo va a salir victorioso o en su defecto un total perdedor.  Y lo más soberbio del caso es que quienes apuestan todas sus fichas, terminan perdiéndolo todo, y quien solo llega a triunfar es el que nunca le intereso la buena paga. ¡Qué ironía! Fracasado por bueno y campeón por canalla. ¿Dónde quedó el resultado del famoso proverbio de “El que obra mal, le va mal”? Ha quedado solo en palabras, no sé si atribuirle la desgracia al destino o a la suerte de la ruleta. Lo único cierto es que no hay mejor regalo para el que lo aposto todo que la satisfacción de saber que eres un vencedor. La ruleta de la vida hoy te quita tus mejores fichas, pero mañana te deja una buena dosis de experiencia. ¡Viva la vida! 

Manzana mordida.


El fenómeno de la manzana mordida ha convertido a más de uno en Blanca nieves.

Las fantásticas características que identifican y diferencian a los equipos electrónicos de Apple tienen a la mayoría de los ciber obsesivos al borde de la cornisa.

Vender un riñón por una iPad 2, hacer innumerables filas para adquirir un iPhone de última gama o viajar miles de kilómetros para tener un equipo con antelación, son las tantas demencias que han sido causadas por el inevitable deseo posterior al morder la manzana.
¿La Apple manía nos ha ejecutado el interés de comunicarnos face to face? ¿Los grandes avances en materia de tecnología nos han acabado las ganas de hacer y de pensar? Pues en mi concepto, sí.

Se me hace inmensurable que un niño venda uno de sus riñones para poder obtener el ordenador de sus sueños, mientras debería estar jugando con las canicas o quizá saltando la cuerda.

La tecnología nos está carcomiendo la piel poco a poco, y nos mata las neuronas como un veneno en la sangre. A pesar de la supuesta favorabilidad de los mass media al darnos la posibilidad de relacionarnos sin estar frente a frente, este fenómeno nos lava el cerebro minuto a minuto.

Es intolerante que las personas ni siquiera concilien el sueño por estar atentos a un dispositivo móvil o quizá que las relaciones personales se estén deteriorando por la receptividad. “Hoy estoy a tu lado, pero sólo es mi cuerpo, porque mi mente está vagando en la web.”

No estoy en contra de las nuevas tecnologías, pero sí con su inadecuado uso. Este proceso debería ser menos prolifero. Ahora cualquier actividad es utilizada como pieza de consumo.
Necesitamos depurar nuestro cerebro, ésta intoxicación nos está manejando. “Si yo soy lo que tengo, y si lo que tengo se pierde, entonces ¿quién soy?”- Erich Fromm


Necesitamos valorarnos más como personas ¡por favor! 

Perdida.


Y ella sigue perdida, mientras el viento acaricia vertiginosamente sus mejillas, de un lado a otro se pasea por la soledad de su firmamento. El silencio de una cálida mañana se transfigura en insignificantes gotas de sudor, recorriendo el camino excéntrico de su cuello. Una a una, dominan su cuerpo, con ganas de engullirse en todo su ser. En una larga contienda, se debaten las pequeñas secreciones con la imparable brisa que las ataca velozmente y a pesar de la disputa, ella sigue perdida en el banal horizonte de la vereda. Y el combate sigue, las melenas de sus cabellos intentan detener el rumbo de sus luceros, plácidamente se anteponen ante las estrellas de color café con la imbatible ayuda de un ligero soplo, y ella sigue perdida.

Perdida, camina lentamente en una travesía sin fin. Sin rocas que impidan su paso, ella se funde en un llano y solitario viaje. Quizás el camino sea algo misterioso, quizás ella solo quiera extraviarse. Cuando el desconcierto la aflige, a ella solo le queda volar. A veces vagar en las sendas atroces de la indiferencia, resulta ser más fácil que el enfrentamiento engorroso de la venenosa duda. Y ella sigue perdida.

Perdida, al borde de la cornisa; con ganas de fundirse en los chillidos y voces  que atacan el alma, queriendo que su realidad sea como ella anhela, pero sigue caminando aturdida por el resplandor que opaca su andar. ¿Retornar o seguir el rumbo? Era una de las tantas fluctuaciones que la mantenían en un vaivén constante. Y ella sigue perdida.
Su único adversario eran las lágrimas, esas que en algunos siempre resultan ganadoras. Esas que conocen los rincones más recónditos de nuestro yacer. Sollozos que no son de cocodrilos, gotas que a la final están compuestas de castos sentimientos. Y ella sigue perdida.

Pero como el destino nunca falta, ésta y tantas veces sigue haciendo de las suyas. El misterioso recorrido sin fin, resulto tener colofón y ella no tuvo más opción que regresar a su savia habitual. La mirada regreso a su normalidad, y los luceros color café solo les quedó mirar hacia adelante e ignorar la venenosa incertidumbre que intentaba matarlos paulatinamente. 

lunes, 7 de enero de 2013

Fabulosa excentricidad.

...Tumbado en el lecho que te acoge cuando llega el crepúsculo, te admiro empecinadamente, como si alguna imprecación se fuera apoderado de mí.  Es así, estoy poseída por tu ser. No puedo dejar de idearte, cuando hago el mínimo intento, tú llegas tan impávido como siempre y yo caigo ante ti una vez más.




Tan callado, como si te arrullaran los brazos de óbito, te miro intensamente. ¿Sera que habré pasado por algún rincón de tu placido sueño? Quizás, sólo quizás. Verte dormir es lo mejor que me puede acaecer. Te gozo de pies a cabezas. ¿Raro no? Es imposible dudar de su excentricidad, si desde que vi tu intimidante sonrisa comenzó la historia más peculiar que hayamos podido ver. Con tan sólo pensar que se me prohíba no poder tomarme todo tu ser y disfrutar de tu cuerpo es la expiración de mi alma.

Malditas Cucarachas.




Mi cabeza, cueva de cucarachas malignas y perturbadoras de la paciencia. Cucarachas, esas malditas hijas de los escépticos que me roban hasta el último trozo de mi tranquilidad y que me hacen parecer un payaso con el rostro pintado de la complicación. Complicación, mi segundo nombre, el adjetivo que convierte el día más brillante en la obscuridad de una fría noche. Caminan impacientes, como hormigas en busca de migajas. Migajas que caen sobre mi mente una sobre otra, apilándose en enormes dudas impacientes. Dudas que recorren cada parte de mi ser y me convierten en un monstruo desconfiado y temeroso hasta de sus propios temores. Temores, los frutos de mis cucarachas; me doblan, me tumban y luego me incitan a parecer normal. Malditas hipócritas, me provocan un caos y al final me susurran que todo es mentira.  Es que esta fornida adicción me tiene las aguas del miedo hasta el cuello. No quiero ahogarme en ellas, quiero flotar  zambullir en las profundidades de la desdicha  a esos perversos insectos y que así finalmente mueran. Confianza, la solución a mis dañinos problemas; el insecticida perfecto para acabarlas. Tan efectivo y tan caro, tan difícil de adquirir y tan fácil de recibir. Contradicciones que me carcomen el alma. Alma, tan pura  y tan enamorada, apasionada y obsesionada, sumerge las cucarachas en la calma, disfruta de tu idilio y hazme sana de esa obstinación.